Qué no es meditación

no es meditación

Antes de confeccionar un lista con qué no es meditación, hay que empezar con algo más fundamental, que quizá, desilusionará a muchos y tranquilizará a otros. En medio de los bombardeos de anuncios sobre la meditación propios de algunas corrientes de la Nueva Era, los cuales ofrecen espectaculares experiencias en muy corto tiempo, debemos puntualizar, que en la meditación budista, al menos en esta vertiente, por el contrario, no se enseña a cantar ni repetir sílabas mágicas, místicas o secretas algunas, las cuales serían capaces en un instante abrirnos las puertas del cielo.

Tampoco se aprende a conjurar demonios o liberar algunas poderosas, invisibles y no muy bien precisadas energías. No se visualiza objetos dorados –tampoco de otros colores- de ninguna clase, objetos que, según algunas otras tradiciones, entran en el meditador cada vez que respira; no tendremos que afeitar la cabeza o recluirnos en algún monasterio forestal aislado.

Para su mayor tranquilidad, no se proporcionan recetas para confeccionar alguna clase de brebaje mágico que le ayude a meditar mejor, ni mucho menos, nadie le va a insistir a que “¡llame ya!” para adquirir dichos brebajes u otros productos de la misma naturaleza, como piedritas energizantes, talismanes o medallones con superpoderosas fuerzas. Señalo todo esto, porque la gente hoy en día, está espantada de los chamanes de la “Era del Acuario” quienes cada día quieren sorprendernos con algo nuevo y asombroso,  creando la situación muy parecida a la que describe el conocido cantautor español, Joaquín Sabinas: «Cada noche un rollo nuevo, ayer yoga, el tarot y la meditación; hoy, el alcohol y la droga, mañana, el aeróbic y la reencarnación». Pues no se trata de esto. Quédese tranquilo y siga leyendo.

¿Qué es la meditación? Vipassana y Samatha 8¿Qué es la meditación? Vipassana y Samatha

El énfasis de esta práctica es todo lo contrario a lo anteriormente descrito: veremos que la meditación, tal como la entiende la tradición budista Theravada es muy “normal”, no ofrece efectos instantáneos ni milagrosos. Tampoco estamos frente a una de estas modas pasajeras, sino nos proponemos a examinar un milenario sistema consistente en arduas prácticas cotidianas, el cual enseña a observar cómo funciona nuestra mente, ayuda a calmarla y a obtener una forma más perspicaz y despierta de la percepción de este mismo mundo y de nosotros mismos. Una visión de las cosas “normales” y cotidianas, la cual, sin embargo, puede resultar asombrosa. La principal meta de nuestra meditación a corto plazo es lograr un mayor grado de concentración y atención consciente y, a la largo plazo, la liberación de toda clase de sufrimiento o insatisfacción.

Hechas estas aclaraciones, examinaremos ahora algunos otros equívocos que circulan frecuentemente sobre la meditación. Si tomamos en cuenta el significado que la tradición budista Theravada otorga a esta palabra, ninguna de las afirmaciones que se enumeran a continuación, y que frecuentemente escuchamos, corresponde a este concepto. Veamos por qué:

1. La meditación, principalmente, es una técnica de relajación

No se puede negar que, luego de un cierto tiempo relativamente breve, la práctica sostenida y regular de la meditación permite experimentar que la mente tenga un poco más de calma y, a través de la concentración, el meditador obtiene una herramienta muy eficaz y sencilla para vencer el estrés y lograr el descanso mental. Con todo eso, la afirmación que titula el presente apartado no es del todo cierta. La misma no sería errada si no fuera por la palabra “principalmente” y si, por ejemplo, fuera reemplazada por la expresión “entre otros”, porque si bien es cierto que la meditación nos proporciona un estado de relajación, la misma, de por si muy valiosa, no constituye sin embargo la principal meta de la meditación.

A diferencia de algunas otras tradiciones, las cuales con sus propias técnicas también llegan a experimentar estados de relajación mental profundos, pero la consideran como la meta final de toda la práctica, este tipo de meditación persigue otro objetivo final, a saber, el despertar, la agudeza de la conciencia sobre la verdadera naturaleza de la realidad y de nosotros mismos y, finalmente, la liberación del sufrimiento. La relajación y el descanso mental son muy importantes, pero solo como medios para lograr un objetivo mayor.

2. Meditar es como entrar en un trance

Hay que aclarar que los estados de absorción mental profunda, que en el idioma pali se llaman jhanas, nada tienen que ver con alguna suerte de inconsciencia letárgica, mediante la cual la mente quedar «en blanco”, tal como sucede a menudo con las otras prácticas de meditación, algunas de ellas conocidas como la “meditación trascendental”.

Por el contrario, a través de las técnicas meditativas que se estudian aquí, antes de procurar dejar de sentir, se pretende ser lo más plenamente consciente y atento sobre lo que ocurre dentro de nosotros y con nosotros, mental y corporalmente hablando. Los trances hipnóticos, en los cuales el sujeto queda bajo el control de alguna otra persona o situaciones en los cuales el meditador pierde el control sobre sí mismo, son totalmente ajenos a este tipo de espiritualidad, cuyo principal objetivo y meta, recordemos, es llegar a ser plenamente consciente y despierto.

3. La meditación es algo misterioso e imposible de entender

La práctica de meditación puede llevarnos a descubrir algunos niveles de conciencia nunca antes sospechados ni experimentados por nosotros. Puede ser que tengamos vivencias que difícilmente puedan describirse con precisión mediante las conceptualizaciones. Se trata de experiencias que están más allá de las palabras, pero no por eso, de experiencias misteriosas, sobrenaturales o esotéricas. Es relativamente fácil comprender todo lo que pasa durante una sesión de meditación, pero no siempre es fácil explicarlo o expresarlo en términos lingüísticos. No olvidemos que el lenguaje verbal es tan sólo una de las formas de entender las cosas y, además, la que es aparentemente más limitada.

El problema de nuestra tradición occidental radica en que hemos sido acostumbrados a considerar como “reales” u “objetivas” sólo aquellas experiencias que pueden ser expresadas racionalmente o ser descritas a través del lenguaje conceptual. Es por eso que, en el Occidente durante la época de la modernidad, hemos sido testigos de una injustificada preponderancia de la dimensión racional del hombre, herencia directa del “Siglo de las Luces” e indirecta de la filosofía griega antigua. Esta tradición filosófica se ve fuertemente cuestionada hoy en día por los representantes del pensamiento postmoderno, uno de cuyos postulados afirma que dicha conceptualización no es capaz de expresar la totalidad de la realidad; antes bien, necesariamente la distorsiona.

Tomemos como ejemplo de lo anteriormente dicho lo siguiente: generalmente todos sabemos lo que es una “llovizna”, un “aguacero”, una “lluvia” o un “verdadero diluvio”, como llamarían algunos a una lluvia tempestuosa, y sabemos perfectamente diferenciar entre estos fenómenos. Sin embargo, en la práctica, nadie sabría definir con exactitud cuánto volumen del agua por un centímetro cúbico se necesita para que ocurra tal o cual fenómeno. ¿Cuántas gotas de agua deben caer, para que no se trate más de una llovizna sino de una verdadera lluvia? ¿En qué preciso momento termina lo primero y empieza lo otro?

Esto nos enseña que la realidad es dinámica y cambiante, mientras que nuestros conceptos, fijos y estáticos. La práctica de la meditación, así como todo lo que experimentamos en este mundo, también es dinámica: ninguna sesión es exactamente igual a la otra, y por eso, probablemente nunca tendremos la suficiente cantidad de palabras o conceptos para poder describir todas nuestras experiencias meditativas. No obstante y a pesar de esta limitación, lo inexpresable no tiene que ser necesariamente misterioso o incomprensible.

4. La meditación crea unos superhombres dotados de poderes paranormales

Algunos sienten una verdadera fascinación por las historias de personas que, meditando, emiten energías capaces de derretir la nieve, mantienen en suspenso la respiración por tanto tiempo que pueden ser enterrados durante varios días, caminan por las aguas o levitan. Es interesante constatar que dichas historias, sean verdaderas o no, se encuentran en diferentes religiones y distintas tradiciones espirituales de meditación: se pueden hallar tanto en el catolicismo, como en el Islam, hinduismo o budismo. Probablemente esto hace que muchos se acerquen a la práctica de la meditación con el fin de experimentar dichos poderes o desarrollar algunas otras facultades especiales, como por ejemplo, leer la mente de otras personas, tener recuerdos de sus vidas pasadas o ejercer el dominio sobre los otros.

Sin embargo, nada de esto constituye el verdadero objetivo de la meditación practicada dentro de la tradición Theravada. Sus maestros, si bien no niegan la posibilidad de experimentar algunos de los mencionados poderes espirituales, advierten unánimemente que semejantes prácticas o búsquedas pueden resultar perjudiciales para la mente del meditador.

5. La meditación es peligrosa y las personas prudentes tratan de evitarla

Esto podría ser cierto, si por meditación entenderíamos algunas de las prácticas extrañas de las cuales se hizo advertencia en el apartado anterior. Pero, como ya sabemos que no se trata de esto, podemos afirmar que no hay nada peligroso en el hecho de meditar, si tan solo tomamos unas pocas y sencillas precauciones.

Por otro lado, hay que estar consciente de que prácticamente todas nuestras acciones que realizamos a diario conllevan cierto riesgo: cruzando la calle o conduciendo un automóvil, corremos el riesgo del accidente si no tomamos precauciones, comprando un libro, arriesgamos nuestras finanzas en caso que el mismo resulte aburrido, y así podemos multiplicar los ejemplos que nos demuestran que a cada paso que damos, arriesgamos algo. Y la meditación no es diferente, en este sentido: cuando la misma es orientada inadecuadamente, puede causarnos algunos prejuicios que pueden ir desde una simple pérdida de tiempo, pasando por el hecho de volvernos orgullosos y arrogantes, hasta sufrir profundos daños emocionales.

Teniendo todas estas consideraciones en mente, debemos señalar que la meditación que se practica dentro de la tradición Theravada no solamente no es peligrosa sino que, por el contrario, consiste en un gradual y agradable proceso de desarrollo de nuestras capacidades de atención, concentración y conciencia, destrezas que por sí solas pueden salvaguardarnos de los eventuales daños mentales y emocionales.

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6. La meditación es una tarea que solamente los santos son capaces de realizar: no es para la gente común y corriente

Esta es una opinión generalizada independiente de los credos religiosos que profesan las personas: de esta manera piensan los fieles budistas de las diferentes regiones asiáticas, los creyentes judíos y cristianos pertenecientes a la cultura occidental, al igual que los musulmanes y muchos otros. Parece que en la mayoría de las religiones, los laicos tienden a relevar las actividades más “espirituales” a sus líderes religiosos. Sin embargo, la práctica de meditación es perfectamente compatible con la rutina cotidiana de las personas que están plenamente involucradas en las, llamadas, tareas “mundanas”: pueden y deben meditar los padres de familia, los profesionales de todo tipo, los obreros, los desempleados y todos los demás.

No existen barreras algunas: toda persona que entiende lo que significa “nariz” y “respiración” ya está lista para empezar con la primera técnica de meditación, llamada anapanasati. Según los numerosos testimonios de las personas que incurrieron en la práctica de la meditación, esta actividad, antes de cambiar sus actividades o profesiones, imprimió en ellas un sello diferente: sus acostumbradas y tanto prosaicas actividades, de pronto ganaron vigor y espiritualidad; con el tiempo, hasta la tarea de cortar la cebolla en pequeños trozos se convertía en una experiencia espiritual y hasta mística. Hay que decir que casi todas las tradiciones espirituales cuentan con un ideal de hombres y mujeres especiales, dotados de características espirituales poco comunes, personas a los que suelen llamar “santas”. Por lo general, todas ellas practican alguna especie de meditación característica de su respectiva espiritualidad y tradición, pero el error que comúnmente se comete al juzgar dichas personas es, confundir la causa con el efecto: estos hombres no meditan porque sean santos, sino que el hecho de meditar los convierte en tales.

7. La meditación le lleva a uno fuera de la realidad

Si atendemos a la meta principal de la meditación budista, nos veremos obligados a admitir lo opuesto a lo que reza el título de este apartado: la meditación es un camino que lleva precisamente a experimentar la realidad tal como es. Es una vía para percibir de manera más profunda aquellos aspectos de la vida que generalmente tratamos de esconder: la impermanencia de las cosas que poseemos y deseamos, la insatisfacción de las experiencias que tanto anhelamos y el carácter ilusorio de nuestro propio “ego” como algo fijo.

Estos aspectos de la realidad son considerados como las tres características de los fenómenos, que en el idioma pali se llaman dukkha , anicca y anatta . Resumiendo, el tipo de meditación que proponemos aquí, lejos de ser un escape de este mundo o medio para mantenerse alienado de la realidad, se constituye, más bien, en un camino para entrar en ella de lleno.

8. La meditación es un medio eficaz para sentirse bien

No se puede negar del todo esta afirmación, porque es cierto que muchas veces la práctica de la meditación nos hará entrar en un estado de satisfacción y gozo. Se produce una especie de beatitud. Pero por otro lado, no podemos olvidar dos cosas importantes: primero, que en algunas oportunidades la meditación lejos de ser placentera puede llegar a parecer como un duro combate, especialmente en las primeras fases de nuestra práctica y, en segundo lugar, aquel placentero estado de felicidad y bienestar no debe convertirse en objetivo primordial de la meditación misma, porque va a producir un efecto contrario: mientras más deseemos experimentarlo, menos posibilidad tendremos de lograrlo por causa del excesivo anhelo y ansiedad que ésto produzca.

Los que sólo buscan experimentar momentos de alegría, gozo, bienestar o euforia, encontrarán recursos mucho más fáciles que la meditación para satisfacer sus deseos pasajeros. Mientras que los que meditan con una correcta actitud, a menudo advertirán este placentero estado de beatitud, pero sólo como un efecto colateral y no como el propósito último de su práctica.

9. Meditar es una práctica muy egoísta

Si pensásemos en términos de acciones concretas y preguntásemos ¿qué hace uno cuando medita?, tendríamos que responder que cuando uno está sentado en el suelo, en una almohada o en la silla, no hace absolutamente nada más que esto. Pues cuando a las acciones externas se refiere, ésta es la verdad: obviamente, mientras el meditador está sentado, no está ayudando a los pobres, no está predicando, compartiendo el tiempo con alguien que se siente en soledad, no visita al enfermo, al que está en la cárcel… en fin, ¡no hace nada y hay tantas cosas que hacer! Entonces, muchas personas argumentan que alguien que procura el bien, pudiendo hacer tantas buenas obras en su tiempo libre, y prefiere sentarse tranquilamente para buscar tan sólo su propio bienestar, resulta ser profundamente egoísta.

Realmente, éste podría ser el caso de alguien que se acerca a esta práctica con el único fin de sentirse mejor. Sin embargo, la meditación budista, como lo veremos con más detalles a continuación, no consiste solamente en aquel periodo de tiempo que dedicamos para la práctica de concentración formal, sino que igualmente comprende el ejercicio de la atención continua durante todo el día y la práctica de la moral. Estos tres pilares forman en su conjunto lo que podríamos llamar, meditación budista integrada: samadhi, pañña y sila, respectivamente en el idioma pali. Lógicamente, cada uno debe ser el encargado de examinar sus propias motivaciones y responderse a sí mismo la pregunta sobre ¿para qué me acerco a la práctica de la meditación?

La tradición budista nos sugiere algunos motivos correctos: para hacer frente a nuestros enfados y enojos, para eliminar los prejuicios e insensibilidades, para ser más amables, ecuánimes y compasivos con los demás, entre otros. No cabe duda que somos egoístas y que la práctica de la meditación nos lo demostrará aún con más agudeza, pero también esta misma práctica nos ayudará a ser más conscientes de este egoísmo con el fin de erradicarlo. De modo que resultaría realmente absurdo tildar de “egoísta” a alguien, cuya práctica se centra principalmente en eliminar su propio “yo” (o ego, en latín).

10.  Meditar significa pensar en cosas elevadas mientras se está sentado

Este quizá sea el malentendido más común dentro de nuestra cultura occidental judeo-cristiana, en la cual el hecho de “meditar” generalmente se asocia con leer contemplativamente los pasajes de las Sagradas Escrituras, las vidas de los santos o pensar sobre lo que Dios o sus enviados hubieron hecho por nosotros. De hecho, dentro de ciertos sistemas espirituales, la meditación es precisamente esto: pensar en las cosas sublimes, espirituales y elevadas.

Sin embargo, la meditación budista, más bien es una práctica para desarrollar la conciencia. ¿La conciencia de qué? –preguntará alguien; pues la conciencia de todo lo que nos rodea y lo que pasa en nosotros aquí y ahora, sin importar que aquello sea algo muy sublime o que sean cosas muy irrelevantes. La meditación es una práctica de vivir la vida tal como aparece, sin preconceptos ni expectativas previas sobre lo que debe surgir durante la misma y, consecuentemente, sin reproches ni juicios.

11.  Si meditamos un par de semanas, solucionaremos la mayor parte de nuestros problemas

Algunos se acercan a la meditación con demasiadas expectativas. Lamentablemente, para ellos, la meditación no les resultará como una especie de píldora universal e instantánea para la cura de todos los males. Sin embargo, es cierto que cuando empezamos a meditar seria y constantemente, de a poco notaremos un profundo cambio en todas las dimensiones de nuestras vidas: se profundizarán nuestras relaciones con nuestros seres queridos, vamos a adquirir la sensibilidad para con los que antes nos eran indiferentes, y hasta cambiaremos nuestro enfoque hacia las personas difíciles o hacia aquellas que nos fueron, o siguen siendo, hostiles.

Finalmente, y quizá lo más importante: cambiará también nuestra relación con nosotros mismos; aprenderemos pues a ser gentiles y amables con nosotros mismos, nos tratarnos con mayor comprensión, sin tanta censura, reproche y nos entendernos mejor. Pero nada de esto sucede de noche a la mañana: solamente la disciplina y el sometimiento a un proceso largo, redundará en frutos. Uno de ellos es la paciencia, meditando aprenderemos a ser pacientes, una lección nada despreciable y muy útil en nuestro diario vivir.

Artículo original publicado en www.bosquetheravada.org  reproducido con permiso.

Escrito por: Anton Baron

Anton Baron (1.957 - ). Filósofo, teólogo y educador de origen polaco radicado en Paraguay desde hace veinte años. Autor del libro "El camino de Buda hacia la liberación" (2006) y otros libros de temáticas diversas.

Es miembro de la Pali Text Society. Fundador y responsable de los contenidos de Bosque Theravada.

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3 comentarios. Dejar nuevo

  • Muy interesante.
    Todavía queda mucha gente que rechaza la meditación sin saber qué es realmente.

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    • Meditación y Psicología
      mayo 27, 2016 8:11 pm

      Gracias Alejandro por tu comentario. La meditación es totalmente desconocida por la mayoría de la gente. Tendemos a poner etiquetas por experiencias previas que nos impiden conocer muchas cosas. Pero pienso que poco a poco, se va conociendo más y más maestros de meditación se están haciendo más accesibles. Además no nos tenemos que olvidar del Mindfulness, que recoge muchas técnicas de meditación y cuenta con estudios científicos que lo avalan. Un saludo!

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  • You do have a fabulous blog thanks.

    Responder

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