Un estudio reciente ha puesto frente a frente dos estrategias terapéuticas muy distintas pero con un mismo objetivo: aliviar los síntomas de la depresión y la ansiedad. Por primera vez, se ha comparado de forma directa el efecto de los antidepresivos frente a un programa estructurado de ejercicio físico basado en el running. Los resultados no solo aportan claridad científica, sino que también invitan a reflexionar sobre cómo entendemos la salud mental y el papel que el cuerpo desempeña en ella.
El estudio que desafía la visión tradicional del tratamiento
La investigación, publicada en el Journal of Affective Disorders y presentada en el Congreso del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología (ECNP) en Barcelona, fue dirigida por la profesora Brenda Penninx, de la Universidad Libre de Ámsterdam. El ensayo clínico reclutó a 141 personas diagnosticadas con depresión, ansiedad o ambas. Los participantes debían elegir entre dos tratamientos durante 16 semanas: tomar antidepresivos del grupo de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), o participar en un programa de carrera supervisado en grupo.
La elección no fue impuesta. Cada paciente decidió libremente qué camino seguir: 96 optaron por correr, mientras que 45 eligieron el tratamiento farmacológico. Esta libertad de elección aporta un matiz importante: refleja las preferencias reales de los pacientes frente a los tratamientos que la medicina moderna propone.
Dos caminos, un mismo objetivo
El grupo de medicación tomó diariamente un ISRS (como escitalopram o sertralina), siguiendo las dosis estándar indicadas por los psiquiatras del estudio. El grupo de running participó en sesiones de carrera en grupo de 45 minutos, tres veces por semana, dirigidas por un entrenador especializado. El objetivo no era el rendimiento deportivo, sino alcanzar una intensidad suficiente para provocar una respuesta fisiológica antidepresiva, manteniendo el esfuerzo en torno al 70 % de la frecuencia cardíaca máxima.
Ambos grupos fueron evaluados mediante escalas validadas de depresión y ansiedad antes, durante y después del tratamiento. Además, se midieron indicadores de salud física como el peso, la circunferencia abdominal, la presión arterial y la función cardiovascular.
Resultados psicológicos: empate técnico
Al cabo de las 16 semanas, las cifras sorprendieron a muchos. En términos de mejora del estado de ánimo, no hubo diferencias significativas entre los dos grupos. Un 44 % de los pacientes que tomaron antidepresivos mostraron una reducción clínicamente relevante de los síntomas, frente a un 43 % en los que eligieron correr. En otras palabras, el ejercicio físico tuvo una eficacia equivalente a la medicación.
Sin embargo, la adherencia —es decir, la capacidad de mantener el tratamiento durante las 16 semanas— fue muy distinta. El 82 % de los pacientes que tomaban antidepresivos cumplieron correctamente su pauta, mientras que solo el 52 % de los corredores mantuvieron el programa de entrenamiento hasta el final. Aun así, el hecho de que los resultados psicológicos sean equivalentes pese a una menor adherencia resalta el impacto potencial del ejercicio.
Beneficios físicos: una diferencia abrumadora
Si en el terreno emocional hubo empate, en la salud física el running fue el claro vencedor. Los participantes que corrieron regularmente redujeron su peso corporal, su perímetro de cintura y su presión arterial. También mostraron una mejora en la variabilidad de la frecuencia cardíaca, un marcador asociado a una mayor resiliencia fisiológica al estrés.
Por el contrario, quienes tomaron antidepresivos registraron un ligero aumento de peso y un empeoramiento moderado en los indicadores metabólicos. Esto coincide con observaciones previas de que algunos ISRS, aunque efectivos para la depresión, pueden afectar negativamente al metabolismo y al sistema cardiovascular cuando se utilizan a largo plazo.
En resumen, los corredores ganaron en bienestar global: mejor humor, mejor cuerpo y mejor corazón.
Dificultad para mantener el hábito: el verdadero obstáculo
La profesora Penninx destacó en su presentación que el principal desafío del ejercicio no es su eficacia, sino la constancia. “A la mayoría de las personas les resulta más difícil mantener una rutina de actividad física que tomar una pastilla”, explicó. Por eso, el éxito del grupo de corredores se atribuye también al acompañamiento profesional, la supervisión y el apoyo grupal que recibieron.
Esto subraya un punto crucial: el ejercicio puede ser tan efectivo como la medicación, pero requiere estructura, motivación y seguimiento. Sin estos elementos, la adherencia cae y el beneficio se reduce, como se vio en el estudio.
El valor del movimiento en la salud mental
Durante años, la medicina ha tendido a separar lo mental de lo físico. Sin embargo, estudios como este muestran que el cerebro no se cura solo con fármacos: necesita también movimiento, oxigenación y conexión con el entorno. El ejercicio activa mecanismos neuroquímicos similares a los que estimulan los antidepresivos, como el aumento de serotonina, dopamina, BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro) y endorfinas. Además, mejora la calidad del sueño y reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
El efecto acumulativo de estos procesos explica por qué correr —o cualquier ejercicio aeróbico sostenido— puede producir una mejoría real y duradera en la depresión leve o moderada.
Limitaciones y matices del estudio
El doctor Eric Ruhe, del Centro Médico Universitario de Ámsterdam, señaló un posible sesgo: al permitir que los participantes eligieran su tratamiento, el grupo de antidepresivos podría haber incluido a personas más deprimidas o con menor motivación inicial, lo que podría haber afectado la adherencia al ejercicio. También advirtió que la muestra es relativamente pequeña y que el seguimiento se limitó a 16 semanas, sin datos sobre la evolución a largo plazo.
Aun así, el mensaje general se mantiene: el ejercicio no es una alternativa marginal, sino una opción terapéutica válida que debería considerarse en primera línea para muchos pacientes.
Implicaciones para la práctica clínica
Este estudio no pretende eliminar el papel de los antidepresivos. En muchos casos, especialmente en depresiones graves o recurrentes, los fármacos son imprescindibles. Sin embargo, sí demuestra que la actividad física estructurada puede ser un tratamiento de primera elección en casos leves o moderados, siempre que haya un acompañamiento adecuado. La combinación de ambas estrategias podría ofrecer el mejor equilibrio entre eficacia y sostenibilidad.
De hecho, cada vez más psiquiatras recomiendan protocolos integrados que incluyan terapia psicológica, ejercicio regular y medicación ajustada. El reto del futuro será incorporar el ejercicio físico como una “prescripción médica” real, con seguimiento y personalización, no como un simple consejo genérico.
Más allá del laboratorio: una lección sobre cuerpo y mente
El estudio de Penninx no solo ofrece datos científicos; también plantea una cuestión cultural. En una sociedad que busca soluciones rápidas, el ejercicio exige tiempo, esfuerzo y disciplina. Pero su recompensa es profunda: una mejora global del organismo que ningún comprimido puede igualar. Mientras los antidepresivos pueden modular neurotransmisores, el movimiento transforma el cuerpo entero, restableciendo el equilibrio entre fisiología y emoción.
Para quienes padecen ansiedad o depresión leve, dar el primer paso —literalmente— puede ser el comienzo de una recuperación más completa. El reto no es solo correr, sino mantener una rutina que devuelva el sentido de control sobre la propia vida.
Y, como recordó la profesora Penninx al cerrar su presentación en Barcelona, “la medicina más poderosa a veces no está en la farmacia, sino en nuestras propias piernas”.
Fuentes
https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0165032723002239
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36828150
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/39477079
https://www.ecnp.eu/Congress2023/press/05-Running-vs-Antidepressants
https://www.news-medical.net/news/20231009/Study-compares-effects-of-antidepressants-with-running-exercises-for-depression-and-overall-health.aspx
Ataques de pánico y trastorno de pánico







