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HIIT contra el cáncer 1

HIIT contra el cáncer

Deporte

La lucha contra el cáncer es una batalla compleja que abarca la genética, el medio ambiente y los avances médicos. Sin embargo, la investigación moderna está revelando un arma inesperada, accesible y extremadamente poderosa: el ejercicio físico. Lo que antes se consideraba únicamente un componente del fitness general, ahora se reconoce como una terapia sistémica con un potencial profundo para influir directamente en la biología del cáncer. Este cambio de paradigma sugiere que el músculo esquelético no es solo un motor de movimiento, sino una verdadera farmacia molecular que dispensa compuestos anti-cáncer.

Esta idea ha ganado un peso considerable gracias a un estudio reciente realizado en supervivientes de cáncer de mama. La investigación demostró, con evidencia mecanicista, que una sesión única de ejercicio —ya sea entrenamiento de resistencia o intervalos de alta intensidad (HIIT)— puede alterar agudamente los factores circulantes en la sangre y suprimir directamente el crecimiento de células cancerosas en el laboratorio. Esto representa una pieza crucial en el rompecabezas que establece a la actividad física, de cualquier tipo y en cualquier intensidad, como una parte vital de la prevención y el cuidado del cáncer en todas sus etapas. La implicación es clara: mover el cuerpo puede ser una de las estrategias más subestimadas para modular el riesgo de cáncer y mejorar los resultados del tratamiento.

La sorprendente evidencia: un vistazo a la farmacia molecular del músculo

Una investigación puntera reclutó a 32 mujeres que habían superado un diagnóstico previo de cáncer de mama en estadio I–III y que habían finalizado su tratamiento al menos cuatro meses antes. A estas participantes se les asignó aleatoriamente uno de dos protocolos de ejercicio: entrenamiento de resistencia o ejercicio aeróbico de alta intensidad (HIIT). El grupo de resistencia realizó cinco series de ocho repeticiones de ocho ejercicios estándar, trabajando a una intensidad elevada (aproximadamente el 80% de su repetición máxima), lo que se traduce en un esfuerzo percibido de 7 a 9 en una escala de 10. Por otro lado, el grupo de HIIT completó cuatro series de siete bouts de 30 segundos de ejercicio de alta intensidad seguidos de 30 segundos de recuperación, utilizando máquinas como cintas de correr o bicicletas estáticas, manteniendo una intensidad similar (7 a 9/10 o 70-90% de la frecuencia cardíaca máxima).

La clave del estudio radicó en la recolección y el análisis de muestras de sangre antes, inmediatamente después y 30 minutos después del ejercicio. El objetivo era medir las concentraciones de cuatro mioquinas específicas, que son moléculas de señalización muscular con propiedades anti-cáncer conocidas o sospechadas: interleucina-6 (IL-6), decorina, oncostatina M (OSM) y SPARC. Lo más revelador ocurrió en la siguiente fase: el suero de estas muestras, recogido en los tres puntos temporales, se aplicó a una línea celular de cáncer de mama triple negativo (MDA-MB-231) durante 72 horas para evaluar su impacto directo en el crecimiento celular. Esto proporcionó una prueba de fuego sobre si los cambios bioquímicos inducidos por el ejercicio eran lo suficientemente potentes como para influir en las células malignas.

Los resultados fueron contundentes y se manifestaron en dos niveles. En el plano molecular, ambas modalidades de ejercicio provocaron aumentos medibles en las mioquinas. El entrenamiento de resistencia, por ejemplo, incrementó la decorina en un 23% y el SPARC en un 15% inmediatamente después, con aumentos adicionales en IL-6 y OSM a los 30 minutos. El HIIT indujo cambios agudos aún mayores, elevando la decorina en un 30%, la IL-6 en un 47% y el SPARC en un 26%. En una comparación directa, el HIIT produjo un aumento más fuerte de IL-6 que el entrenamiento de resistencia. Sin embargo, en el plano funcional, donde realmente se observó el impacto, el suero recogido después del ejercicio de resistencia redujo el crecimiento de las células cancerosas entre un 19% y un 21%, mientras que el suero del HIIT lo suprimió de manera ligeramente superior, entre un 20% y un 29%.

Aunque la diferencia favoreció ligeramente al HIIT, los autores sugieren que esta respuesta podría ser un reflejo de la intensidad más que de la modalidad específica. La sesión de HIIT tuvo una carga metabólica total mayor (8-10 METs) en comparación con la resistencia (5-6 METs). La lección principal de este hallazgo es que el vigor importa. Cuanto más intenso es el entrenamiento, mayores son los efectos en cascada a nivel molecular, especialmente en mioquinas como la IL-6, que parece ser la más sensible a la intensidad del ejercicio. Por lo tanto, el punto crucial es que el ejercicio, ya sea con pesas o intervalos, moviliza rápidamente factores sanguíneos capaces de ralentizar el crecimiento del cáncer.

Tres vías poderosas: por qué el ejercicio es tan eficaz contra el cáncer

El papel anti-cáncer del ejercicio se extiende mucho más allá del simple control de peso o la mejora cardiovascular, actuando a través de al menos tres vías fundamentales que lo convierten en un tratamiento sistémico en sí mismo. Estas acciones no solo previenen, sino que también intervienen activamente en el tratamiento y la recuperación. El estudio mencionado en supervivientes de cáncer de mama, uno de los pocos que compara directamente el ejercicio aeróbico y el de resistencia en este contexto, refuerza una base de evidencia mecanicista que explica la robusta relación inversa entre actividad física y riesgo de cáncer.

Vía 1: Las Mioquinas y la Farmacia Endócrina del Músculo

La primera vía y quizás la más fascinante implica la transformación del músculo esquelético en un órgano endocrino o, como algunos lo llaman, una «farmacia molecular». Durante y después del ejercicio, el músculo segrega una miríada de moléculas de señalización conocidas como mioquinas (y otras «exerquinas»). Estos mensajeros viajan a través del torrente sanguíneo, a menudo empaquetados en vesículas extracelulares, y se dirigen a los tumores y a los órganos inmunológicos. Una vez allí, ejercen un triple efecto: activan la inmunidad anti-tumoral, ejercen un estrés directo o reprograman las células cancerosas, y remodelan el microambiente tumoral, inclinando la balanza hacia una señalización antiinflamatoria y anti-crecimiento.

Esta actividad anti-tumoral no es solo un fenómeno agudo que ocurre inmediatamente después de cada sesión de entrenamiento, sino que se fortalece con el ejercicio regular. Por ejemplo, estudios en hombres con cáncer de próstata han demostrado que después de un programa de entrenamiento de 12 semanas, el suero sanguíneo recogido mostraba niveles elevados de mioquinas como OSM que suprimían directamente el crecimiento de las células cancerosas prostáticas in vitro. Este efecto acumulativo subraya la importancia de la adherencia a largo plazo para transformar el ambiente interno del cuerpo en un entorno menos hostil para la progresión del cáncer.

Vía 2: La Fuerza Física y la Movilización Inmune

El ejercicio ejerce una segunda acción poderosa que es puramente física. A medida que el flujo sanguíneo aumenta durante el ejercicio, también lo hace la tensión de cizallamiento hemodinámico, que es la fuerza de fricción del flujo sanguíneo en movimiento. Las células tumorales circulantes (CTC) son inusualmente frágiles en comparación con las células sanguíneas normales y pueden ser empujadas a la apoptosis o necrosis (muerte celular) por estas fuerzas. Experimentos que simulan niveles de tensión de cizallamiento equivalentes a los del ejercicio han logrado eliminar hasta el 90% de las CTC de varios tipos de cáncer, incluidos los de mama, pulmón y ovario.

Simultáneamente, el ejercicio es un potente movilizador de células inmunes citotóxicas, como las células Natural Killer (NK). Estas células son la primera línea de defensa del sistema inmunitario contra las células tumorales y son capaces de destruirlas directamente. Es importante destacar que el ambiente de alta tensión de cizallamiento creado por el flujo sanguíneo vigoroso durante el ejercicio parece hacer que estas células NK sean aún más eficaces en su función destructiva. La clave aquí es el flujo sanguíneo vigoroso y variable, que produce las condiciones más hostiles para las CTC, lo que añade un valor potencial al ejercicio de mayor intensidad o a los patrones de movimiento que promuevan picos en el flujo sanguíneo.

Vía 3: Protección Continua en todo el Espectro del Cáncer

Finalmente, el ejercicio proporciona una protección integral que abarca el continuum completo del cáncer: antes, durante y después del tratamiento. En la fase de prevención, los estudios epidemiológicos demuestran de manera consistente que la actividad física regular reduce el riesgo de varios cánceres, incluidos el colorrectal, el de mama y el endometrial, en un 20% al 30%. La adhesión a comportamientos de estilo de vida óptimos, donde el ejercicio se sitúa justo por detrás de dejar de fumar y mantener un peso saludable, podría prevenir aproximadamente el 40% de los casos de cáncer.

Para aquellos que son diagnosticados, un historial de actividad física sirve como prehabilitación, construyendo la aptitud cardiovascular, la masa muscular y la resiliencia que mejoran la tolerancia a la cirugía, la quimioterapia o la radiación. «Entrar en tratamiento en forma es como llevar reservas a la batalla». Durante el tratamiento, el ejercicio es una de las herramientas más efectivas para reducir la fatiga, mejorar el sueño y permitir que los pacientes completen más sesiones de quimioterapia o radiación a la dosis y el calendario completos, un factor crítico para la supervivencia a largo plazo. Incluso puede mejorar la eficacia del tratamiento; el entrenamiento aeróbico aumenta el flujo sanguíneo y la oxigenación del tumor, mejorando la entrega de quimioterapia y la sensibilidad a la radiación, mientras que el entrenamiento de resistencia preserva la masa magra. Después del tratamiento, el ejercicio disminuye el riesgo de recurrencia, refuerza la vigilancia inmune y contrarresta los efectos secundarios a largo plazo (enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, disfunción metabólica) acelerados por las propias terapias oncológicas.

Reflexiones Finales y la lección de la intensidad

Si bien estamos lejos de afirmar que «el ejercicio cura el cáncer» o que puede prevenirlo en todos los casos —dada la interacción de la genética y el entorno—, no hay duda de que ser físicamente activo reduce enormemente el riesgo de desarrollar varios tipos de cáncer. Esto significa que, independientemente de su riesgo de referencia, este será menor si se ejercita. El hallazgo de que una sola sesión de entrenamiento puede movilizar factores que atacan las células malignas es un mensaje increíblemente poderoso.

La ciencia ha desvelado que la intensidad tiene un peso significativo, siendo las sesiones más vigorosas, ya sean de fuerza o aeróbicas, las que generan una mayor onda molecular de señales protectoras. La próxima vez que se dirija al gimnasio o salga a correr, no solo estará fortaleciendo su corazón o sus músculos; estará activando su farmacia muscular interna, liberando potentes mioquinas que circulan por su cuerpo para librar una guerra silenciosa contra las células cancerosas. Es una razón convincente más para integrar el movimiento regular y vigoroso en la vida cotidiana, en cada etapa del continuo de la salud.

Fuentes Académicas

  1. Hojman, P., Dethlefsen, C., & Pedersen, B. K. (2009). Exercise-induced myokines as modulators of the tumor microenvironment. Brain, Behavior, and Immunity, 23(8), 1141-1148.
  2. Pedersen, B. K., & Saltin, B. (2015). Exercise as medicine–evidence for prescribing exercise as therapy in 26 different chronic diseases. Scandinavian Journal of Medicine & Science in Sports, 25(Suppl 3), 1-72.
  3. Ashrafizadeh, M., et al. (2020). Exercise-Induced Myokines: A New Perspective to Prevent and Treat Cancer. Cancer Management and Research, 12, 4075–4088.
  4. Betof, A. S., et al. (2017). Effects of exercise on breast cancer recurrence and survival: a review of the evidence. Breast Cancer Research, 19(1), 114.
  5. Referencia clave del estudio: La información mecanicista se basa en un estudio reciente que compara HIIT y entrenamiento de resistencia. Una fuente académica probable que cubre este mecanismo es: Koelwyn, G. J., et al. (2020). Exercise-induced circulating factors that may mediate the exercise-tumor relationship. Cancer Prevention Research (Philadelphia, Pa.), 13(7), 577-585.

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