Dormir parece una de las funciones más simples y naturales del ser humano, pero la ciencia está demostrando que podría ser una de las claves más poderosas —y olvidadas— para prevenir y tratar los trastornos mentales. Ansiedad, depresión, esquizofrenia y otros desórdenes del estado de ánimo podrían tener un denominador común oculto: un sueño alterado y unos ritmos circadianos desincronizados.
Russell Foster, profesor de Neurociencia Circadiana en la Universidad de Oxford, sostiene que las alteraciones del sueño no son solo un síntoma más de la enfermedad mental, sino una de sus causas más importantes. Su investigación y la de otros equipos internacionales está revelando un nuevo enfoque terapéutico: entender y reparar el sueño para sanar la mente.
Ritmos circadianos: el reloj maestro del cuerpo
Desde que la vida apareció en la Tierra hace 3.800 millones de años, cada organismo ha evolucionado bajo el ciclo constante del día y la noche. En los humanos, esta alternancia está regulada por un sistema interno de relojes biológicos que sincronizan la actividad de nuestras células con el entorno. Este sistema circadiano permite que cada proceso —desde la producción de hormonas hasta la reparación celular— ocurra en el momento adecuado.
Durante el día, el cuerpo se prepara para la actividad: aumenta la temperatura corporal, la presión arterial y la liberación de cortisol, favoreciendo el estado de alerta. Por la noche, la melatonina marca el inicio del descanso y el organismo cambia de fase: disminuye la energía disponible para la digestión y se priorizan tareas como la regeneración celular, la consolidación de la memoria y la limpieza de toxinas cerebrales.
Cuando este reloj se desajusta —por ejemplo, debido al trabajo nocturno, al jet-lag o a un estilo de vida irregular—, el impacto puede ser profundo. Las investigaciones muestran que la alteración circadiana afecta a la cognición, la regulación emocional, la función inmunitaria e incluso al metabolismo. En otras palabras, el cuerpo y la mente dejan de saber en qué momento del día se encuentran.
Qué ocurre cuando no dormimos bien
Dormir no es simplemente “descansar”. Durante el sueño se produce una compleja serie de procesos biológicos esenciales: reparación tisular, consolidación de recuerdos, reorganización de conexiones neuronales y eliminación de residuos metabólicos a través del sistema glinfático. Cuando el sueño se interrumpe o es insuficiente, estas tareas quedan incompletas.
La falta de sueño crónica genera un estado de estrés fisiológico que altera los niveles de neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y la noradrenalina —todos ellos implicados en el equilibrio emocional y en la aparición de trastornos mentales—. Además, el insomnio sostenido activa el eje hipotálamo-hipófiso-adrenal, elevando el cortisol y predisponiendo a la ansiedad y la depresión.
El vínculo entre sueño y salud mental
La conexión entre sueño y enfermedad mental fue observada por primera vez a finales del siglo XIX por Emil Kraepelin, uno de los padres de la psiquiatría moderna. Ya entonces se describieron patrones de sueño alterado en pacientes con esquizofrenia, depresión o trastorno bipolar. Hoy se sabe que más del 80 % de las personas con esquizofrenia presentan disfunciones del sueño o del ritmo circadiano.
Durante décadas se consideró que estos trastornos del sueño eran una consecuencia del propio trastorno mental o de los fármacos empleados para tratarlo. Sin embargo, estudios recientes —incluido el del grupo de Foster en Oxford— han demostrado que las alteraciones del sueño persisten incluso en pacientes que no toman medicación, y que no pueden explicarse por factores sociales o de estilo de vida. En otras palabras, el insomnio no es un efecto secundario: es parte del problema.
Ambas realidades —el sueño y la mente— comparten circuitos cerebrales y neurotransmisores comunes. Cuando uno de estos sistemas se altera, el otro se ve afectado. La desincronización circadiana puede amplificar los síntomas mentales, y a su vez, un estado emocional inestable puede agravar la dificultad para dormir, generando un círculo vicioso difícil de romper.
Cuando el sueño predice una crisis
Uno de los hallazgos más relevantes es que las alteraciones del sueño pueden anticipar el inicio de un episodio mental. Las personas con riesgo de desarrollar depresión suelen experimentar insomnio o despertares tempranos días o semanas antes del brote. Lo mismo ocurre con los pacientes propensos a episodios maníacos o psicóticos: los cambios en los patrones de sueño son a menudo el primer signo de descompensación.
También se ha observado que niños y adolescentes en riesgo de desarrollar esquizofrenia o trastorno bipolar muestran irregularidades del sueño mucho antes de que aparezcan los síntomas clínicos. Esto abre una posibilidad crucial: utilizar el sueño como herramienta de diagnóstico precoz.
Detectar y corregir las alteraciones circadianas podría ayudar a prevenir el desarrollo completo del trastorno o, al menos, reducir su intensidad. La investigación sugiere que intervenir en la calidad y el ritmo del sueño podría convertirse en una estrategia terapéutica fundamental en salud mental.
Tratar la mente desde el sueño
Los resultados de los ensayos clínicos empiezan a confirmarlo. En un estudio reciente con pacientes esquizofrénicos que sufrían delirios persecutorios, el tratamiento del insomnio mediante terapia cognitivo-conductual (TCC) mejoró significativamente el sueño y, al mismo tiempo, redujo los niveles de paranoia, ansiedad y depresión. Dormir mejor no solo hizo que se sintieran más descansados: cambió su estado mental.
El abordaje más prometedor combina tres herramientas: la TCC adaptada al insomnio, la exposición a luz natural o artificial en momentos precisos del día para reajustar el reloj biológico, y fármacos experimentales que estabilizan los ritmos circadianos. Oxford y otros centros están trabajando en terapias personalizadas que integren estos elementos para diferentes tipos de trastornos.
Una llamada a la acción
La evidencia acumulada es clara: los problemas de sueño en la enfermedad mental no son un mero inconveniente, sino un factor que agrava y perpetúa el trastorno. Tomarse en serio el sueño significa abordar una de las raíces biológicas de la salud mental.
Ignorar este vínculo tiene consecuencias humanas y económicas enormes. Las alteraciones del sueño afectan la productividad, aumentan el riesgo de recaídas y empeoran la calidad de vida tanto de los pacientes como de sus familias. En cambio, tratar el sueño de forma temprana y rigurosa podría aliviar el sufrimiento de millones de personas y reducir la carga global de las enfermedades mentales.
Es momento de que la medicina del sueño y la psiquiatría trabajen de la mano. Comprender cómo el reloj interno del cuerpo regula la mente no es una curiosidad académica: es un paso decisivo hacia una nueva forma de prevenir y tratar la enfermedad mental. Dormir, literalmente, podría ser el primer acto de curación.
Fuentes:
https://theconversation.com/why-sleep-could-be-the-key-to-tackling-mental-illness-50398
https://doi.org/10.64628/AB.34mw4jcfv
https://www.ox.ac.uk/news-and-events
La genética y los trastornos mentales







