Las lecciones que aprendemos de nuestros hermanos

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En la vida tenemos que tener presente que los hermanos de sangre o no, son una parte importante de la familia y hay que apreciar mucho eso. Vamos a intentar apreciar esta maravillosa relación que a veces no está lo suficientemente valorada por la sociedad.

Relación entre hermanos

Los hermanos son aquellas personas que están más allá de todo y de todos. Son compañeros del alma, de vida y de corazón. Normalmente son relaciones que permanecen a pesar de los conflictos, momentos que nos hacen sonreír aunque en su día nos tirásemos de los pelos. Algunas veces, una relación entre hermanos puede torcerse, pero es totalmente habitual.

Lo normal es que sea un sentimiento de amor incondicional de acuerdo en la lucha de unos niños que siempre quisieron hacer prevalecer sus juegos, sus opiniones o su presencia. No hay mejor regalo de unos padres a sus hijos que la posibilidad de criarse junto a un hermano, de compartir amor, juguetes, alegrías, enfados y tristezas.

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Lecciones que aprendes de tu hermano.

 

A cuidar del otro

«Mientras crecemos, los hermanos hacían como si no les preocupase, pero la mayor parte supe que nos cuidaban y estaban allí para apoyarnos.»

Aprendes a no preocuparte solo por ti, a cuidar y velar por el bienestar del otro. Con estos acabas desarrollando un instinto de protección especial, no comparable a nada de lo que sentirás en ningún otro momento de tu vida. Puede que para el mundo exterior crezcamos y cambiemos con el paso de los años. Sin embargo, entre familia, sabemos que nuestro interior y nuestro corazón permanecen invariable a pesar del tiempo.

A ser paciente.

A pesar de todo y con todo, ¿qué no puedes hacer y esperar por un hermano? El hecho de que no todo es como uno quiere y cuando uno quiere es una realidad que se aprende a golpe de calcetín. Podemos tomarnos todo a la tremenda, podemos dramatizar. Se puede hacer el mayor caos jamás realizado, pero si requerir una mano tranquilizante que te va a brindar tu hermano o hermana. Los hermanos no necesitan decirse nada, puede estar sentados el uno al lado del otro sin sentirse incómodos y pueden calmarse sin mediar palabra. La simple presencia de tu hermano te enseña que pase lo que pase todo se puede arreglar.

A superarte a ti mismo.

Quien tiene estas personas conocen bien que ninguna de las cosas hay que ganárselas y que para uno mayor hay otro superior. De alguna manera, seguro que competiste por algo con tus hermanos. Seguramente, esto fue una fuente de frustración continua, pero te ayudó a sacar lo mejor de ti. Además, el hecho de compartir tu vida con un hermano te ayuda a aprender de los errores propios y de los ajenos.
Sus fallos son, de alguna manera, también tuyas. Al igual que sus éxitos, los cuales recordarás con el tiempo como uno de los mejores sabores de los que has disfrutado y disfrutarás en la vida.

A compartir.

Aprendes a compartir lo material e inmaterial: tú espacio, tus juguetes, tu ropa, tus padres, tu destino y así con un largo etcétera de cosas. En este mundo no hay nada por y para ti en exclusiva; además, en tu relación fraternal te encuentras con multitud de circunstancias que te hacen replantearte tus prioridades una y otra vez. De alguna manera, cuando tienes hermanos conoces que no hay nada que sea tuyo totalmente, aunque reclames que lo sea con todas sus fuerzas. Esto será objeto de disputas interminables, pero en fondo da lo mismo, porque tener alguien con quien compartir alegrías y desdichas no tiene precio.

Además, los hermanos viven fuera del efecto tiempo, pues a pesar de que los años pasan para todos. Seguiremos compartiendo bromas familiares, risas, penas, llantos y alegrías de manera invariable, pues la unión fraterna permanece inmutable por siempre.

A trabajar en equipo y a negociar.

«Cuando dos hermanos trabajan juntos las montañas se convierten en oro»

Que no somos el ombligo del mundo es algo que cuesta aprender. De hecho, la clave de nuestro éxito está precisamente ahí, en aprender a cooperar y en entender que no hay fuerza más poderosa que el entendimiento y la unión por un objetivo común. Merece la pena dejar todo al margen, pues la relación con tu hermano te enseña que las diferencias son siempre salvables si uno pone su empeño en ello y está dispuesto a cooperar. Desde la más tierna infancia, colaborando y negociando con nuestros hermanos comprendemos que la unión hace la fuerza.

A perdonar.

Hay gestos y gestos, y la complicidad de las miradas de perdón con tus hermanos no es comparable a nada.  ¿Cuántas veces no hemos oído eso de “hacer las paces o…”? Esta amenaza no te hacía estar para nada convencido o convencida de que tu hermano/a mereciese tu perdón, pero acto seguido te dabas la mano para cumplir el expediente. A partir de ahí pasaban minutos, horas o días repletos de hostilidades, pero, de alguna forma, caías en la cuenta de que el perdón y el olvido los beneficiaba a ambos.

En definitiva, estos te enseñan que no hay distancias insalvables entre dos personas que se quieren, ni de niños ni de adultos.

A amar de manera incondicional.

«No hay otro amor como el cariño a un hermano. No hay otro amor como el cariño de un hermano.» La relación te enseña a amar sobre todas las cosas, te enseña a adorar a alguien que no te dice lo que quieres oír, que te incordia, que te hace enfadar, que te quita tus cosas, que quiere lo que tú quieres, etc. Puede que los hermanos se distancien en diferentes momentos de su vida, pero siempre serán esos amigos incondicionales que no ha sido necesario escoger.

Tú darías la vida por tu hermano y tu hermano daría la vida por ti. Da igual lo que ocurra, la complicidad permanece ante las dificultades. De hecho, en los momentos difíciles, un hermano o una hermana pueden llegar a convertirse en lo más parecido a un superhéroe o a una superheroína.

Dedicado a Irene, Jesús y Vanesa.

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