Discurso de Viktor Frankl
Pocas de historias de superación pueden igualar la de Viktor Frankl. Nació en Viena, Austria el 26 de marzo de 1905 en el seno de una familia judía. En 1930 se hizo doctor en Medicina y empezó a trabajar como médico y psiquiatra en un hospital de Viena (él único que admitían a judíos). A partir de 1938 muchos colegas y amigos emigraban ante la amenaza nazi y él tiene la posibilidad de obtener una visa para huir con su esposa a los Estados Unidos, sin embargo, decide renunciar a ella para no abandonar a sus ancianos padres, a sus pacientes y amigos.
En septiembre de 1942, su esposa, sus padres y él fueron deportados a un campo de concentración cercano a Praga, el Theresienstadt. De 1942 a 1945 estuvo en cuatro campos de concentración, incluyendo Auschwitz, conocido como el campo de exterminio. Lo que experimentó en esos años es inimaginable. Decía que cada día pensaba que podía ser el último. Siempre había un rumor que decía que esa noche iban a la cámara de gas o que los llevaban a otro campo de concentración aún peor.
¿De qué se arrepiente la gente antes de morir?Hace poco llegó a mis manos un discurso que realizó durante la Navidad de 1944, en el campo de concentración, a bastantes grados bajo cero, sin ningún tipo de calefacción, sin calzado ni ropa apropiados...
Discurso de Viktor Frankl
Un hombre consciente de su responsabilidad ante otro ser humano jamás tirará su vida por la borda… Si conoces el por qué de tu existencia serás capaz de soportar cualquier cómo…
Es evidente que tenemos pocas posibilidades de vivir, pero ningún poder de la tierra podrá arrancarnos lo que ya hemos vivido. Os ruego que encaréis con gallardía la gravedad de nuestra situación. No podemos refugiarnos en el pasado para apaciguar los horrores del presente.
Pensadlo: estamos ante un desafío ¡el desafío de sobrevivir! Podemos hacer una de estas dos cosas: convertir esta experiencia en una victoria o limitarnos a vegetar dejando de ser personas. Incluso aquí debemos subsistir al cobijo de la esperanza en el futuro. No importa que no esperemos nada de la vida. Lo que verdaderamente importa es lo que la vida espera de nosotros.
No hay que avergonzarse de nuestras lágrimas, porque demuestran nuestro valor para encararnos con el sufrimiento. Olvidaos del placer. Olvidaos de la venganza. Olvidaos de la cobardía. Lo único que debemos tener presente es nuestra voluntad de sobrevivir. La voluntad es una cuestión de hecho, no una cuestión de fe.
Porque nosotros no inventamos el sentido de nuestras vidas, sino que lo descubrimos. A cada uno de nosotros nos está reservado un cometido que cumplir, y todos respondemos con nuestra propia vida ante esa obligación.”
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