La meditación y el arte de correr

La meditación y el arte de correr

Cuando salgo a correr, cada mañana, antes de que la ciudad despierte mi mente aún no está funcionando. Es por ello que, cada vez, me siento más cómodo. Antes necesitaba de distintos complementos para mi carrera: música, haber desayunado bien, que hubiera suficiente luz… excusas. Ahora no necesito nada de eso, simplemente me basta con la naturaleza. Me encanta sentir el aire fresco y la naturaleza en todo su esplendor. El rocío aún se puede ver, también se puede sentir cuando rozas alguna rama y se puede oler en el ambiente. Creo que no se puede mejorar la escena, es de por sí perfecta. Se trata de la meditación y el arte de correr.

La música era algo que pensaba que iba a echar de menos, puesto que la consideraba esencial, en contrapartida del plaf, plaf, plaf de mis pisadas durante casi una hora. Sin embargo es lo primero que descarté, ¡no la necesito! Incluso ese sonido, rítmico, a veces seco a veces más húmedo, de las pisadas, me transmite información de donde estoy. Incluso me dice si estoy corriendo bien o mal, si estoy más cansado o menos.

Hablemos de la compasión

Lo que necesito es sentir, y todo mi cuerpo es un órgano sensorial. Siento la brisa por mi cuerpo, siento el sudor por mi cara, siento el planeta tierra a mis pies, siento los primeros cantos de los pajarillos al despertar e incluso siento que estoy sintiendo. Sí, es así, siento que ese yo que está detrás de mis pensamientos está siendo consciente de todo, aunque no lo analice. Deja pasar todo, lo bueno y lo malo, las buenas sensaciones y las no tan buenas. No suelen pasarme muchos pensamientos por la cabeza, pero los que se pasan son recibidos con una sonrisa. No me importan, no mejoran nada mi momento presente. Tienen la puerta abierta para entrar y para salir. Entretanto, sigo estando presente.

A veces me cruzo con gente, casi nadie corriendo. Suelen ser personas que me observan curiosas mientras pasean a sus perros antes de irse a trabajar y que intentan contener a su mascota para que no me moleste. Mi respuesta suele ser también una sonrisa, puesto que nunca se puede transmitir más con un simple gesto. Ese es mi estado de ánimo cada mañana.

Hay ocasiones en las que he estoy más cansado de lo normal, me suele pasar cuando la noche anterior me he acostado demasiado tarde. Entonces se produce un hecho curioso. Mientras noto que mi cuerpo está falto de energía, me pongo a hablarle. Le digo que si “se porta bien” luego le daré una recompensa. Le daré un poco del chocolate que tanto le gusta o que haremos una sesión de estiramientos más larga. Por incomprensible que parezca, el cuerpo cobra más energías, parece que acepta mi trato y su rendimiento mejora. Esto es algo que experimenté por primera vez en una carrera y, desde entonces, suelo aplicarlo en mis rutinas de entrenamiento.

La meditación y el arte de correr

Nunca pensé que podría haber tanta meditación en una actividad deportiva, es totalmente plena. Solo en contadas ocasiones he corrido más de dos horas, se podrían contar con los dedos de una mano, y han sido en esos momentos cuando he experimentado las sensaciones más profundas. He sentido como después de dos horas corriendo cambia totalmente la medida de las cosas ¿O acaso ahora me va a importar andar 200 metros después de una carrera así? También he sentido en cada célula de mi cuerpo como un simple sorbo de agua me ha revitalizado por completo. También siento como, durante la carrera, los pensamientos se detienen y entras en un modo más lúcido que nunca. Incluso las ideas más interesantes me han venido en medio de alguna carrera. Muchas veces me digo, <<ahora no tengo papel y boli para apuntarla, si eres tan interesante vuelve cuando te necesite>>.

Sin duda, en las rutinas diarias es donde más se disfruta. La gente duerme y yo estoy más vivo que nunca. Empiezo el día al 100%, me siento agradecido por todo. La naturaleza me da los buenos días de la mejor manera posible y yo intento darle las gracias. Me siento agradecido y se lo digo mentalmente ¡Gracias! Mientras de fondo continua el rítmo casi hipnotizante, plaf plaf plaf…

Cuando me queda poco para llegar a mi meta a veces siento un poco de lástima, no quiero terminar. Esta sensación no es nueva para mí, también me ha ocurrido alguna vez mientras hacía meditación sentada. Entonces me digo a mi mismo que mañana volveré a salir, que hoy es un paso más y que no tiene ningún sentido si no es acompañado de otro paso mañana.

Además, ¿Qué es la meta? ¿Acaso cada paso no es una meta en sí? No necesito más destino que donde me hayo en cada momento. Todo forma parte de la meditación…

De la meditación y el arte de correr.

 

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